Entre los empresarios del sector de la construcción es sabido que entre el segundo semestre de este año y el primero del 2019 el nombre del juego es “sobrevivir”. Como en todos los cambios de gobierno, la llegada de nuevos equipos, la revisión de proyectos, programas y contratos, así como la instrumentación de los nuevos planes, así como la entronización de los funcionarios recién llegados y el cambio de los anteriores, significa que la inversión en infraestructura quedará estancada por varios meses en el mejor de los casos.

 Vaya, sí cuando se dan transiciones tersas (es decir, que gana la presidencia el mismo partido político del gobierno saliente), el rezago en el diseño y ejecución de programas es palpable, es fácil imaginar el atasco que se puede generar una transición no tersa… amén de que la llegada de nuevos equipos con sus correspondientes compromisos de campaña puede generar una parálisis de gobierno de dimensiones aún no consideradas.

 Hoy por hoy la inversión pública es el eje de la infraestructura, y al final del sexenio de Enrique Peña Nieto son pocos los proyectos que se concursarán, pues prácticamente la labor se centrará en terminar los proyectos federales en marcha y que ya están asignados. Salvo los proyectos de mantenimiento carretero por casi 23 mil millones de pesos que asignó la SCT hace unas semanas, la construcción del Túnel del Dren General del Valle que concursa Conagua, los contratos adicionales de PEMEX en la rehabilitación de Refinerías y así como las compras de equipamiento desarrolladas por la CFE, hay pocas obras a realizar… y de ellas, las mas importantes, son las relacionadas con la construcción del Nuevo Aeropuerto Internacional de México. Es claro que sí la obra del NAIM es suspendida, la industria de la construcción sufrirá un golpe colosal que implicará una dolorosa y amarga reestructuración.

 Desafortunadamente para ninguno de los principales candidatos a la presidencia, ni para el Instituto Nacional Electoral, la construcción de infraestructura, sus problemas, deficiencias, virtudes y oportunidades, pareció ser un tema digno de su interés… a menos que sea para tildar de corrupto a sutano o perengano, para señalar presuntos desvíos de recursos o rezagos y fallos en la ejecución como obra del mismo diablo.5

 El presidente del Colegio de Ingenieros Civiles de México (CICM), Ascensión Medina, solicitó por escrito en abril pasado a Lorenzo Córdova que incluyera en los temas de los debates presidenciales los aspectos relacionados con la infraestructura de transporte, comunicaciones, urbano, de salud, educación, telecomunicaciones, energía y agua. El Instituto Nacional Electoral sólo dio por recibida la carta sin que pareciera demasiado interesado en el tema… ni a los candidatos. Y el CICM no es cualquier cosa, es el órgano institucional con atribuciones legales para ser interlocutor de los especialistas en construcción con el gobierno federal, con los estatales y municipales. Sus puntos de vista deben incorporarse en la elaboración de planes de obra pública. Sin embargo, no los pelaron. La grilla, el debate de ideas elementales, de quién es más corrupto o quién es la solución de todos los males, flota en el imaginario social de las alternativas de gobierno. Tal vez sea demasiado pedirle a un electorado mayoritariamente mal informado -y alejado de temas especializados- que considere la importancia de invertir 3% del PIB como mínimo para solucionar los problemas cotidianos de agotamiento de infraestructura; pero los candidatos o su asesores deberían tener cuando menos el cuidado de poner en relieve el tema y sacarlo de “nota roja de cuello blanco” para colocarlo en su justa dimensión como herramienta del desarrollo.

 Sin embargo, donde hay dificultades, siempre hay oportunidades. No deja de ser alentador que el fondo de inversión AINDA, dirigido por dos ex subsecretarios de estado, Oscar de Buen y Manuel Rodríguez, lanzó con éxito certificados de desarrollo de capital, CKD´s, por 12,900 millones de pesos para financiar infraestructura y energía.

 Saben que no hay dinero que alcance en el sector público, sea del color que sea el gobierno que lo encabece, y que será necesaria la fórmula de usar recursos privados para las obras que requiere un país de 120 millones de personas.

 Los próximos meses, sin duda, serán de duros retos pero también de oportunidades que pueden dejar grandes dividendos.

Desafortunadamente para ninguno de los principales candidatos a la presidencia, ni para el Instituto Nacional Electoral, la construcción de infraestructura, sus problemas, deficiencias, virtudes y oportunidades, pareció ser un tema digno de su interés.