Es la práctica que utilizan las distintas corrientes políticas para buscar el apoyo de las clases populares.

Eduardo Kokke
Tuxpan, Ver.; MX

 Contrario a lo que mucha gente piensa, el populismo no es un nuevo movimiento político o un nuevo adjetivo para calificar a una persona. En México el desarrollo de la democracia ha ocurrido por caminos distintos al populismo, esto desde las épocas del presidente Calles en 1928, cuando se comienzan a construir y aparecer las instituciones políticas, una de las cuales fue el Partido Revolucionario Institucional, que impidió los liderazgos de esa índole. Esto propició a partir de entonces que se buscara evitar episodios populistas, mas no propiamente a gobiernos populares. Un ejemplo claro fue el general Lázaro Cárdenas, un presidente popular, mas no populista. Ejerció las leyes basándose siempre en la Constitución. Cárdenas jamás utilizó la palabra como medio específico ni jamás quiso eternizar su imagen, a diferencia de los populistas típicos, que hacen todo lo contrario, pues descalifican todas las leyes y a las instituciones de las que emanan, pretendiendo hacer de su imagen un salvador eterno.

En la actualidad la mayoría de la clase política a nivel mundial en todos los ámbitos y a lo largo de muchos años ha hecho todo para ganarse el rechazo de sus gobernados con corrupciones, desvíos de recursos, dictaduras y actos contra los derechos humanos, situaciones que aprovechan y hacen crecer a los líderes populistas, quienes utilizan esto para ratificar sus descalificaciones y desconfianza en las instituciones públicas.

Hoy los populistas, quienes dicen hablar y defender a la gente o las clases populares, son los que más muestran síntomas de rechazo a esa misma gente, con actitudes xenofóbicas, racistas, entre otras muchas que los distinguen. Uno de los más conocidos al momento es el presidente de Estados Unidos de América, Donald Trump, pues en pocos meses en el poder ha descalificado y demeritado a la gran mayoría de los institutos políticos de su país, así como muchas de sus leyes vigentes. La llegada de ese clan al poder estadounidense es algo que aún muchos no se explican; tampoco cómo estas actitudes populistas y nacionalistas lo llevaron al poder.

Pero no sólo esa nación americana se encuentra bajo estas tendencias populistas; el mundo entero está viviéndolas: algunos personajes con muchos años en el poder; otros dando continuidad a legados populistas; otros que van naciendo, haciendo y creando su nueva historia. Como ejemplos vivos y palpables claros en el continente americano se tiene a Cuba con la familia Castro, Venezuela con Nicolás Maduro, Bolivia con Evo Morales, Argentina con Mauricio Macri; no se queda atrás la cuna a nivel mundial de los valores e instituciones: Europa, donde actualmente surgen nuevos actores en ese sentido.

Francia tiene a Marine Le Pen, del Frente Nacional, quien en este año compite por la presidencia de uno de los países más poderosos del mundo. Holanda vivió hace poco un pasaje político igual; el líder nacionalista Geert Wilders buscó el poder con el Partido por la Libertad  en los Países Bajos. Alemania tiene el suyo en la persona de Horst Seehofer, líder de la Unión Social Cristiana, quien atacó a Merkel por los recientes actos terroristas sufridos en suelo alemán. Austria también tiene al excandidato presidencial del partido antiinmigración FPÖ NorbertHofer, quien es un ultranacionalista. El Reino Unido tiene a Nigel Farage, exlíder del euroescéptico Partido de la Independencia de Reino Unido (Ukip) y padre y creador del Brexit, movimiento que buscó y logró mediante un referéndum nacionalista la salida de esa nación de la Unión Europea; todos con los mismos ideales populistas,  nacionalistas y antiinmigración.

De acuerdo con estudios y análisis a nivel internacional hechos por Freedom House, en 2016 las fuerzas populistas y nacionalistas realizaron avances extraordinarios en muchos países democráticos, mientras que los poderes autoritarios protagonizaron actos severos de agresión, así como atrocidades que quedaron sin respuesta en zonas de guerra en varios continentes. Todos estos acontecimientos indican un peligro creciente en el orden mundial, ya que en los últimos 25 años estos actos han erradicado los principios de la democracia, los derechos humanos y el Estado de derecho. Esto ha dado paso a un mundo en el que los líderes y naciones individuales buscan sus propios intereses, revela el documento. Un total de 67 países sufrieron reducciones netas de derechos políticos y libertades civiles, en comparación con 36 países que registraron aumentos.

El Fondo Monetario Internacional (FMI) también manifiesta sus preocupaciones ante esto, ya  que  muchos movimientos populistas en varios países desarrollados son reales y hoy las políticas económicas deben dirigirse a ellos. “Ahora tenemos un momento oportuno para poner en práctica políticas que ayudarán”, afirmó Christine Lagarde, directora gerente del FMI. En su participación en Davos, Suiza, en el marco de la 47 Reunión Anual del Foro Económico Mundial, la funcionaria sugirió la implementación de políticas más distributivas, ya que la desigualdad excesiva pone un freno al crecimiento sostenible.

México tiene su líder populista en la persona de Andrés Manuel López Obrador, quien tiene sus bases políticas en sus inicios en el partido tricolor, el Partido Revolucionario Institucional. Hay que reconocerle que en muchas ocasiones marca la agenda nacional con sus comentarios y críticas, sobre todo en contra de lo que tenga que ver o esté relacionado con el gobierno federal y sus instituciones. Hoy es el líder moral de su propio partido, Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), que ha logrado elevar su número de seguidores rumbo al 2018. Sus militantes, más que estar convencidos de su discurso y propuestas políticas, están más encauzados por el hartazgo de los partidos y sus políticos, así como por las alzas de combustibles, gas y tarifas eléctricas.

Sin embargo, en las últimas semanas el líder populista mexicano ha mostrado signos de debilidad, esto al ser enfrentado en su gira por  Estados unidos por un padre de los 43 desaparecidos de Ayotzinapa. Ahí se observó a un AMLO fuera de control, desconcertado y perdiendo la objetividad en sus respuestas, pues llegó a gritarle «cállate» al inconforme, quien logró su objetivo (enviado o no) como reventador del evento. Dicha situación se ha agravado a la fecha, ya que López Obrador ahora ha descalificado y señalado a una de las máximas y mejor calificadas instituciones del país por los ciudadanos: nos referimos a las Fuerzas Armadas. Hasta el momento no se ha detenido con sus señalamientos fuertes, con lo cual demuestra ese mal de todos los políticos mexicanos: no saber escuchar a sus asesores y sentirse dueños absolutos de la verdad.

Otro punto muy importante que debe evaluar el líder populista es que de verse favorecido por el electorado en los próximos comicios federales en 2018 no podrá gobernar solo, es decir, necesitará de un equipo de colaboradores de la más alta capacidad, ya que está en juego México y ya el país no está para más experimentos ni para ser un conejillo de indias para probar nuevas técnicas de gobernabilidad. Desafortunadamente todo indica que seguirá con su estrategia de caudillo.